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Busca en tí… siempre encontrarás respuestas.

 

La manera en la que lidiamos y conectamos con nuestras emociones internas dirige nuestro mundo exterior, la manera convencional en que hoy en día separamos las mismas como positivas o negativas es realmente rigido, y la cara de la rigidez tiene una sombra de toxicidad. Necesitamos niveles superiores de Agilidad Emocional para hacer crecer nuestra resiliencia y empuje, estas fueron las palabras de la Doctora Susan David (2017) en su conferencia “El Regalo del Poder Interno” Catedrática de la Facultad de Psicología en Harvard.

Todos creemos tener una resiliencia mayor a la que en realidad nuestra mente puede procesar, reaccionamos, pensamos, sentimos conforme a nuestra historia y si por fortuna esta misma no nos ha puesto en situaciones de pérdida ó dolor extremo esta capacidad se queda adormecida hasta que un diagnóstico nos tumba la tranquilidad. La única certeza es irónicamente la “no certeza”.

Recientes estudios de la Organización Mundial de la Salud rebelan que la depresión, por ejemplo, es la principal causa de incapacidad ó baja laboral al igual que los ataques cardiacos y el cáncer. En estos tiempos de gran complejidad con grandes avances tecnológicos, cambios económicos y políticos somos testigos de como todos tendemos a ser más rígidos con nuestro sistema emocional, por un lado están las personas que obsesivamente están reflexionando sobre lo que sienten y piensan, encaprichados con la idea de estar siempre bien, educando de la mejor manera, vistiendo bien etc… ó sencillamente victimizándose por las constates retroalimentaciones de los demás. Del otro lado se encuentran los que encapsulan las emociones, las empujan ó incluso sienten vergüenza por poseer emociones “negativas”, tienen un juez con un estándar alto.

Las dificultades nacen cuando comenzamos a reprimir emociones de cualquier tipo en las personas que amamos y proponemos siempre buscar soluciones eficaces y efectivas para no sentir aquello que nos incomoda ó recibirlo, inadvertidamente avergonzamos a los que amamos por sentir emociones que son vistas como negativas, fracasando en validarles.

Tenemos una tendencia hoy en día por clasificar, balancear y ordenar entre lo positivo y negativo, y lo positivo se está convirtiendo en un estilo moral de vida y rectitud. A las personas con cáncer, por ejemplo, se les pide que estén positivas con respecto a su tratamiento y dolor, a las mujeres nos piden que dejemos de ser enojonas… no es femenino, en fin podríamos continuar con una lista interminable.

En Psicología comprendemos que la palabra “represión” genera una fuerza indiscreta en nuestras mentes que no siempre juega a nuestro favor. Entre más reprimimos las emociones más crecen y a este fenómeno le llamamos “amplificación” por ejemplo: el delicioso chocolate que dejamos en la despensa, entre más nos esforzamos por ignorarlo más fuerza toma cada vez que lo vemos. Podremos pensar que estamos en control cuando ignoramos las emociones reprimidas pero en realidad ellas de alguna forma son las que nos controlan desde nuestras entrañas. El dolor interno siempre aparece y sale y ¿quién paga el precio? Nosotros, nuestros hijos, colegas etc…
Cuando reprimimos las emociones negativas para conectar con un estado falso de positivismo perdemos la posibilidad de ver y enfrentar el mundo tal cual es y no como nosotros queremos que sea.

Constantemente los padres de familia llegan al consultorio con la claridad de las emociones que “no” quieren sentir ó que sus hijos no pasen de manera muy intensa. Me comentan cosas como: “No quiero que mi hijo se sienta triste porque nos cambiamos de casa”, “Me gustaría que mi hijo no fuera tan sensible, le afecta demasiado lo que piensan de él”, “¿Existe alguna especie de blindaje emocional?” y entiendo, como padres siempre queremos proteger a nuestros hijos. Experimentar emociones difíciles es parte de nuestro contrato con la vida y la incomodidad es muchas veces el precio que tenemos que pagar para que nuestra vida evolucione y avance.
La precisión que tengamos al momento de expresarnos es CLAVE para el entendimiento de lo que sentimos. “Estoy estresado” es lo más común pero con el estrés también viene la decepción, confusión incluso el egoísmo. Cuando nuestro lenguaje es preciso y define lo que sentimos la posibilidad que tenemos para tener diferentes alternativas de solución es infinitamente mayor.

Saber priorizar nuestras emociones nos permite darle orden a nuestro mundo interior, por lo tanto, fortalecernos.
Con este artículo los quiero invitar a preguntarse a sí mismos y a los que tienen cerca: ¿Qué es importante para ti? En los diferentes ambientes en los que están inmersos: la escuela, casa, club, gym etc… estoy segura que las respuestas les tendrán muchas sorpresas. Si un niño tiene bien claro en la mente lo que es importante para él, sabrá cuidarse, respetarse y valorarse en cualquier ambiente pues uno de los objetivos con la Agilidad Emocional es tener en claro que antes de todo validar lo que sientes te llevará a estar siempre en una zona segura.

 

Elaborado por

Diana Arreola Torres

Mtra. Psicopedagogía

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