Quienes sienten ansiosa necesidad de ser aceptados, frecuentemente caen en el error de adornar su propio ser buscando causar una impresión favorable en los demás. Lo anterior refleja la inseguridad del individuo, la cual requiere de simple esfuerzo para superarla; nosotros como padres podemos ayudarla a dar un primer paso.
Podemos estar de acuerdo con lo siguiente: como parte del desarrollo personal, es razonable y positivo que uno se plantee hacer cosas para gustar a los demás. No obstante, son muchas las personas que, aun entendiendo como trascendental la opinión que suscitan en los demás, no saben ganarse afecto, consideración y simpatía de los seres que les rodean.
El problema toma dimensiones mayores cuando este tipo de individuos pretenden seducir a sus semejantes para obtener amor, reconocimiento, ayuda o respeto, lanzando al entorno una especie de señuelo esperando una respuesta, la cual no siempre es la esperada y en su lugar hay indiferencia o, peor aún, desprecio. Entonces se atribuye el fracaso a la incomprensión del otro o a su escasa sensibilidad para apreciar las virtudes de la persona en cuestión.
Lo indicado es aprender a medir la intensidad de nuestras propias actitudes con respecto a la interacción con los demás, para no parecer entrometido o manipulador, o por el contrario, ser calificado de orgulloso y arrogante cuando se ha tomado la decisión de mostrarse discreto en extremo, pues lo único que se hace es disimular la inseguridad.
Quien trata de conseguir el respeto de los demás poniéndose siempre en primera línea de acción para mostrar su capacidad e inteligencia, corre el riesgo de convertirse en un gran tirano que sólo obtendrá seres sometidos o enemistades.
Educar en la Autoaceptación es clave para el desarrollo de una personalidad saludable. Está comprobado que personas que se muestran espontáneas y relajadas crean a su alrededor una aureola de admiración, respeto y cariño, sin imitar comportamientos.
Detengámonos a reflexionar con nuestros hijos los siguientes rasgos de nuestra personalidad:
Actitud ante la vida: El pesimismo, desconfianza, intolerancia, autosuficiencia o egocentrismo no sólo no gustan a nadie, sino que no conviene albergarlas en nuestro interior. Es imprescindible revisar nuestro estado de ánimo y controlar nuestros sentimientos y emociones, para que no interfieran en las relaciones con los demás.
Tolerancia: Para caer bien no hay nada mejor que querer a los demás, escucharles, respetar sus emociones y situarse en su lugar. Es importante aprender a escuchar a la otra persona para que se sienta acompañada y comprendida.
Seguridad: Mostrarnos seguros de lo que hacemos, por ejemplo, al utilizar tono de voz adecuado y firme o al mirar a la cara a la persona que nos estamos dirigiendo.
Tomar Riesgos: Preguntemos lo que no sabemos, sin miedo a hacer el ridículo o a pasar por ignorantes; así, ayudamos a que los demás se sientan importantes y útiles.
La manera más sencilla de triunfar en todos los aspectos es convertirnos en personas más abiertas, tolerantes e interesadas por lo que ocurre a los demás. Tomemos en cuenta que la máxima satisfacción de una persona es mirarse hacia dentro y sentirse bien, conforme con su manera de ser, de pensar y de comportarse, lo demás viene por añadidura.
Es importante analizar en familia que es difícil ser un individuo querido y apreciado por todos, reconocido como sincero, positivo, genuino, alegre, comunicativo y sensible; pero podemos ser muy estimados por quienes nos rodean sin que nuestra personalidad reúna estas características tan cercanas a la excelencia.
Olga Silvia (2012) Utopias y Realidades Universales: Salud y Medicinas. México.: Recuperado de http://www.saludymedicinas.com.mx