Hijos diferentes, necesidades diferentes
Cada uno de nuestros hijos viene dotado de características individuales genuinas. No las tiene nadie nada más que él. Incluso con dos hijos que se parecen mucho, hay diferencias en las características en las que se parecen. En su manera de manifestarlas, de interpretarlas o sentirlas.
Cuando los padres tenemos en cuenta estas características, entendemos que existan necesidades diferentes entre nuestros hijos.
Unos necesitan más dirección otros más autonomía, a unos les va mejor los en los estudios otros prefieren los deportes. Unos tienen más capacidad de abstracción, otros necesitan tocar y sentir las cosas, unos soportan mejor las frustraciones, otros solo ven problemas.
Es evidente que no podemos quererlos ni educarlos de la misma manera. Sería injusto y doloroso para ellos. Hacerlo implica no respetar lo que les define, lo que les hace diferentes y valiosos además crearíamos entre ellos una fuerte competencia pues deben “luchar” por ganarse ese reconocimiento.
Los niños pequeños verbalizan con claridad la necesidad de saber cuánto son queridos: “papá, mamá, ¿a quién quieres más? ¿A Clara o a mí?”
En realidad, no quieren saber a quién quieres más sino qué criterio utilizas para valorar a cada uno. Si a todos los quieres por igual, lejos de quedarse tranquilos, entienden que deben esforzarse por destacar, por hacer notar que ellos son diferentes, por ganarse tu reconocimiento y satisfacer su necesidad de individualización y diferenciación psicológica, una necesidad inherente en todos los seres humanos.
Empiezan a compararse entre ellos y a interpretar cada gesto tuyo como una clara declaración de preferencia.
Cuando son mayores, ya adolescentes, la situación puede seguir siendo igual de dolorosa para nuestros hijos pues muchos creen que no se les valora por lo que son sino por lo que hacen.
Interpretan que los padres quieren más o priorizan a aquellos hijos que no dan problemas, que se parecen a ellos, que conectan mejor con ellos, que obedecen y cumplen con las expectativas de sus padres. Interpretan que hay “calidades” y “cantidades” de cariño en función de unos resultados.
Hoy soy madre de dos hijos y caigo en cuenta de que no los quiero por igual aunque mi amor por ellos es incondicional, y no los quiero por igual porque cada uno tiene un funcionamiento cognitivo y emocional característico. Porque cada uno tiene un estilo de aprendizaje diferente o un uso de estrategias distinto para interpretar la vida. Educarles o quererles de forma uniforme es asfixiar sus talentos.
- No solo respeta sus diferencias sino ayúdale a identificarlas, valorarlas, fomentarlas y expresarlas. Implica hacerle partícipe de esas diferencias para que las viva como parte de lo que le define. Y hacer consciente a toda la familia de esas diferencias, sin juicios ni críticas sino como algo enriquecedor para todos.
- Ayúdale a conocer su funcionamiento cognitivo, afectivo y emocional de forma que esa seguridad le ayude a empoderarse de su vida, mejorando aquello debe modificar y permitiendo que se sienta “cómodo” en su piel. Se trata de enseñarle a tener confianza en sus propios recursos, seguramente muy diferentes de los de los demás, pero efectivos a pesar de sus límites.
- Crea condiciones para el éxito. Ofrécele diferentes y variadas oportunidades de autoafirmación, entornos capacitadores, donde pueda poner en práctica sus características personales. A cada hijo las experiencias que puedan enriquecerle y no a todos las mismas.
- ¡Siempre! interésate por su opinión, sobre todo cuando no coincide con la tuya.
- Fomenta y valora su participación en la familia, agradeciendo siempre su contribución. Cuanto más seguro esté de sí mismo, más consciente será de su individualidad. Esto le permitirá no sentirse amenazado por nadie ni “querrá” compararse con nadie.
No los queramos a todos por igual. Valoremos, disfrutemos y celebremos que todos nuestros hijos son diferentes. Con cosas que nos gustan más y menos. Con mayor o menor facilidad para llegar a ellos pero con un amor respetuoso con su esencia más profunda.
Amarles de manera individualizada es la mejor manera de ayudarles a aceptarse y gustarse a sí mismos.
Referencia:
RICE, F. Philip. Desarrollo humano: estudio del ciclo vital. Pearson Educación, 1997.
Elaborado por:
Diana Arreola Torres
Mtra. Psicopedagogía